En julio de 2000, el G8 reunido en Okinawa daba el puntapié inicial a
una política destinada a encarar el riesgo de la "fractura numérica"
entre los países del Norte y los países del Sur. Originaba esta
iniciativa un doble análisis por parte de los 8 gobiernos: las Tecnologías
de la información y de la comunicación, a medida que se difunden en los
países occidentales corren el riesgo de constituir un nuevo factor de
desigualdad entre los países del Norte y del Sur. Inversamente bien
utilizadas pueden constituir un factor de crecimiento económico y de
desarrollo. En relación a esto el G8 decidió constituir el DOT fuerza -
digital observatory task force - encargado de formular una serie de
propuestas destinadas a luchar contra esa famosa fractura.
Tres particularidades reunía esta estructura consultiva: su duración
ilimitada se detuvo en mayo último con el envío de un informe a los
"sherpas" del G8; una mesa cuatripartita, ya que cada aís
estana representado por su gobierno, una empresa y un actor no lucrativo,
a la que se agregaban una cantidad de organizaciones internacionales,
desde la OCDE a la UIT (Unión Internacional de las Telecomunicaciones)
pasando por la Unión europea y el PNUD; una apertura hacia los países
del Sur, puesto que una decena de países entre los más avanzados en
(materia de apropiación de los TIC, estaban invitados. (Brasil, Senegal,
Sudáfrica. India, etc).
La Dot Force trabajó durante siete meses, llegando a producir un informe
con siete puntos de contenido. El resultado de dicho trabajo será objeto
en Génova de un comunicado de una veintena de líneas, sumergido entre
otros puntos del Orden del Día, dejando para más adelante el compromiso
concreto de los estados.
Más allá de este comunicado lacónico y reducido por naturaleza, el
proceso que lleva a cabo la Dor Force plantea cuestiones en serie que no
puede menos que llamar la atención a todos los que reflexionan y militan
alrededor de los desafíos de la apropiación social de las tecnologías
de la información como también sobre la mundialización y el gobierno
internacional.
La primera cuestión es la relacionada con la legitimidad ¿ porqué el G8
ha creado su propia Task force para encarar los desafíos de la fractura
numérica, cuando la UIT, agencia de las Naciones Unidas con vocación por
encarar estos desafíos y la ONU ya lo han hecho (lo que refleja las
rivalidades que reinan en la familia de la ONU) . Como de costumbre las
negociaciones se realizan en un círculo restringido y occidental, en el
que los países del Sur apenas tienen un banquito. Nos responden, por
eficacia, el papel del G8 se limita a impulsar y no a negociar.
¿Eficacia? ¿Cuál es el peso de las propuestas sin ningún firme
compromiso financiero o político detrás? Finalmente , aunque el informe
preconizaba una metodología de trabajo sobre referencias geográficas múltiples
y dinámicas, cada estado retorna a su pesadez presupuestaria y a sus
zonas de influencia diplomática. De tal modo que Canadá, en ocasión de
la Cumbre de las Américas anunció el lanzamiento de un instituto para la
conectividad de las Américas dotado de un fondo de 20 millones de dólares
para su primer año de funcionamiento. Y sin duda Francia se volverá
hacia el Africa francófona, etc.
El segundo gran planteo es el del imaginario político ¿Cuál puede ser
la capacidad innovativa de un órgano aunque sea rico y diversificado en
su composición que navega en un marco ideológico predefinido en el que
el bienestar de la humanidad rima con el crecimiento económico y la
libertad de comercio? Un pensamiento tan interiorizado tanto entre el
conjunto de participantes del Norte como del Sur, públicos como privados
o sin fines de lucro, solo conduce a una autocensura colectiva.
El resultado es un magnífico y a la vez terrible informe. Magnífico
porque contiene verdaderos avances sobre temas considerados estratégicos
por los actores asociativos que trabajan sobre los desafíos del
desarrollo y de las tecnologías de la información. A modo de ejemplo,
las propuestas sobre la diversidad lingüística y cultural, sobre la
libertad de los ordenadores, sobre los puntos de acceso asociados a
Internet, sobre la combinación de medios tradicionales y nuevos medios,
sobre la formación Sur-sur y no únicamente Norte-Sur, sobre lo
indisociable de la conectividad y la formación, son los reclamos de largo
plazo de las asociaciones. Otro punto importante se refiere a la
reivindicación de asociar sistemáticamente a los países del Sur a toda
negociación sobre los TIC, con los medios materiales que ello implica. ¡No
es esta la menor de las buenas sorpresas que una instancia nacida del G8
llega a la conclusión de que no hay nada que negociar en materia de
información con los países del Sur!
Y terrible porque lo esencial está ausente. Algo esencial que contiene
dos ideas tabú en la mesa de la Dot Force: la del servicio público y la
impositiva.
¿Como lograr que las redes lleguen hasta los más aislados y los más
desprovistos cuando los operadores de cable no están sometidos a ninguna
exigencia de conformar un servicio público? Solo una de dos : o se
considera que las redes son solo una especie de lujo, reservado a una élite
y en consecuencia el problema de la fractura numérica no existe. O se
cree que la entrada en la sociedad de la información debe abrirse a
todos, que el acceso a la información y la creación de contenidos e las
redes constituyen nuevos derechos, que la información es un bien común
de la humanidad, por la que debe implementarse una verdadera política de
servicio público tanto en el Norte como en el Sur. Entendámonos, no se
trata de exigir a los operadores de cable conectar hasta el más
insignificante villorrio. Pero sí simplemente de pedir que el despliegue
de infraestructuras, cuando se realizan de lógicas puramente mercantiles,
en función de potenciales ganancias, sea acompañado de obligaciones
tales como la de ofrecer accesos a precios razonables, no
discriminatorios, contínuo en técnicas de comunicación ( teléfono,
red, correo electrónico) o el acceso en condiciones privilegiadas a
puntos TIC de acceso público o comunitario. (a través de escuelas,
asociaciones, actores de la economía informal) O mejor aún solicitar a
los poderes públicos, el que consideren como bienes públicos y por lo
tanto gratuitamente accesibles cierta cantidad de conocimientos, de útiles,
de informaciones. Los términos "servicio universal" - versión
edulcorada y Maastrichniana de servicio público - terminaron por aparecer
en el informe de la Dot Force, sin que contenga una sola línea sobre la
manera de poner en marcha lo que apenas aparece como un indefinido
horizonte. Tampoco ha merecido ser citados los aspectos impositivos, ni
siquiera en versión "soft". Palabras a todos prohibidas en las
tierras del liberalismo, aunque sin embargo pareciera ser la clave de una
verdadera política de solidaridad redistributiva (otras dos palabras
ignoradas en el informe) en materia de TIC. No faltan las ideas:
comenzando por medidas seriadas, tales como la devolución de una parte de
las ventas de las nuevas generaciones tecnológicas destinado a la creación
de un fondo de lucha contra la fractura numérica que sería de fácil
instalación y no requiere negociaciones multilaterales, prueba de ello es
que el anterior gobierno italiano lo había experimentado. Lo que debe
imaginar se es una política impositiva global a más largo plazo: si el
cobro de impuestos a los flujos de información pareciera tener que
descartarse, porque desfavorecería a los "info-pobres", a
quienes les resulta ya difícil hacerse escuchar y proteger su cultura en
el ciberespacio, existen otras medidas a ser encaradas comenzando por
aplicar impuestos a los nombres de dominio o a la net- economía, con
vuelco del producido a ese mismo fondo de solidaridad numérica.
Finalmente y este puede ser el aspecto más importante que plantea la Dor
Force para el largo plazo, la misma composición de esta instancia plantea
la evolución de nuestras formas de gobierno.
En efecto el G8, probablemente débilmente traumatizado por el fracaso de
Seattle ha cuidado convocar al sector "no lucrativo" a la Dot
Force.
¿Existe voluntad de matar el germen de una protesta previsible o la de
establecer un diálogo de tres interlocutores (privado, público y
"no lucrativo")? La elección de los actores "no
lucrativos" tiene más significado que cualquier otro análisis.
Cuando el gobierno alemán eligió hacerse representar por una universidad
especializada en los problemas del desarrollo, Canadá escogió al IDRC,
organismo de desarrollo Norte-Sur y los EEUU la Fundación Markle, una
importante fundación especializada en los TIC, afin al precedente
gobierno de Clinton. En los tres casos se trata de organismos de
indiscutida competencia en los problemas tratados; Pero ¿ es posible
hablar de verdadera representación del independiente tercer sector? Solo
Inglaterra y Francia invitaron a una gran cantidad de ONGs en el primer
caso y una asociación en el segundo.
En ningún país, las redes ciudadanas de Internet tuvieron la posibilidad
de elegir un representante considerado legítimo. Ahora bien la sociedad
civil constituye una minoría activa. Su peso se mide con la vara del
impacto de su acción en el terreno y por su capacidad de movilizar a la
opinión pública para establecer relaciones de fuerza con los sectores
comerciales y públicos. La historia de las redes ciudadanas de Internet
son muy recientes para que existan formas de representación nacionales o
internacionales reconocidas por los actores de la sociedad civil y capaz
de negociar con las instituciones públicas. Este proceso es objeto de
debates en el seno de la sociedad civil tanto sobre sus formas como por su
fondo (¿el porqué?).
Más allá de la cuestión de la elección de actores, se halla en
consideración el principio mismo de participación. Algunos se oponen
considerando que el diálogo multisectorial revela el adormecimiento
social y consideran que el papel del tercer sector debe mantenerse en
primer lugar en la resistencia. Otros lo defienden por clásicas razones
de eficacia, estimando que constituye aún la mejor manera de influir en
el curso de las cosas.
Otra forma de encarar esto consiste en aceptar participar, sin ingenuidad,
en espacios mixtos por razones políticas: en momentos en que se produce
un des-compromiso generalizado del poder público, la respuesta del
liberalismo transita por una responsabilización creciente del tercer
sector, como fuerza de oposición, de propuestas y de acción. Rechazar el
entrar en espacios tan ambiguos, por su concepción o por sus resultados,
es remitirse al discurso sobre la responsabilidad del estado y dejar el
campo libre a quienes pretenden su desmantelamiento.
En todo caso, el debate está abierto, el campo de los TIC funciona como
un laboratorio de estos desafíos gubernativos. Este es hoy en día el
curso de la discusión sobre los movimientos cívicos tanto en los niveles
local como internacional. Los movimientos que estarán presentes en Génova
comprueban y reclaman: "Nuestro interés, tal como lo expresa el G8
debería tener un sentido único, el de las grandes empresas y
multinacionales cuyo acceso es privilegiado, mientras que la sociedad
civil se halla excluida en su conjunto. Igual que en todas parte afirmamos
firme y pacíficamente nuestra voluntad de ser escuchados"
La experiencia de la Dot force demuestra que no es suficiente ser invitado
a una mesa de discusión para ser escuchado y entrar en un proceso de
democracia participativa. Es necesario inventar todavía las condiciones
democráticas de dicho diálogo.
Y VECAM habiendo elegido, luego de un amplio debate interno, participar en
la Dot Force ha cumplido con una parte de su misión consistente en
desbrozar esta cuestión. Ha sido una experiencia frustrante pero es de
esperar que los movimientos cívicos y sociales cosechen algunos frutos.
Nota: Los documentos-clave vinculados al trabajo de la Dot Force están
disponibles en: www.vecam.org/dotforce.htm.
La contribución francesa del sector no lucrativo fue elaborada durante el
transcurso de un debate cuyos archivos están en : http://www.le-forum.net/wws/info/assoc-dotforce
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